Hoy te he podido ver de Hebrea,
sencilla y divina como solo tú lo eres, Mi Esperanza, anhelo que llegue el día
que te pueda ver otra vez en la calle y así todo Oviedo puedo contemplar tu
rostro. Humilde nazarena que desde tu trono nos miras compasiva como solo tú
María lo podrías hacer. Madre del Adviento, tú que brillas como los primeros
rayos de luz de la mañana, hoy te contemplo de una forma humilde, afable, sin
esos trazos de oros y esas finas vestiduras, con un porte sobrio y sosegado que
nos muestra tu lado más humano, que aferrándote a la corona que llevará tu hijo
nos dejas claras muestras que estas, otro año más, preparada para vivir esa
Semana Santa, semana de Pasión, Muerte pero sobre todo Resurrección pues es esta
la verdadera piedra angular para nuestra Fe, porque como tú hijo, nosotros
también subiremos al cielo y allí nos encontraremos con nuestros seres queridos
y disfrutaremos de la vida eterna.
¡Oh! Virgencita mía,
¡Oh! Divina Señora,
¡Oh! Virgen de la Esperanza.
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